Proposición II del Libro XII

“Los círculos son el uno al otro como los cuadrados de sus diámetros”


Este resultado se utiliza en la demostración que Hipócrates realiza sobre la imposibilidad de la cuadratura del círculo. El resultado se traduce como: “Si dos círculos están en proporción entonces los cuadrados de sus diámetros también están en la misma proporción”



Que los círculos sean el uno al otro me recuerda a mi relación actual con mi pareja. Cuanto más tiempo pasa sigo afianzándome en la premisa: somos el uno para el otro. Todo esto se debe al reencuentro con un papel que he localizado haciendo una de esas limpiezas que se suelen hacer de vez en cuando, para lograr poner algo de orden en las pertenencias de uno. Ese papel tiene el poema que le leí el día de mi boda a Laura. Tal vez por el micrófono, tal vez por mis nervios, tal vez por lo monumental del versado en mi diminuta boca, o tal vez por todo a la vez, quizá no se oyera como a mí me hubiese gustado. Es por ello por lo que doy este homenaje con las palabras que escribió Agustín García Calvo (octogenario poeta), a unos de los momentos más bonitos de uno de los días más maravillosos de mi vida. Va por ese momento, va por tí.



Tú, cuya mano me ha bañado
de un fuego transparente las espaldas,
cuyos ojos en claros naufragios hundieron
algunos principios elementales de mi alma,
tú eres mi patria.

Tú, que no tienes apellido,
que no sé si eres pájaro o si alcándara,
pues de todos tus brazos las letras de plomo
cayéndose han ido, como si fueran nueces vanas,
tú eres mis padres
y mi patria.

Tú, que ni tú te acuerdas dónde
tendiste a orear las nubes blancas,
que de tantos amores que tienes confundes
el nombre de todos los días de cada semana,
tú eres mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Tú, que tan dulcemente besas
que el cielo bocabajo se volcaba,
y que no se sabía de quién ya la lengua,
de quién la saliva, de puro sabrosa y templada,
tú eres mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Tú, que apacientas calaveras
por las praderas de la verde África
y a los rojos leones les echas de pasto
las rosas de leche de aquella luna de Sumatra,
tú eres mi ejército
y mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Eres mi ejército y mis leyes
y mi Dios y mis padres y mi patria,
y el ejército y Dios y las leyes y todos
los padres y patrias se creen que tú no eres nada:
que no eres nada.

Además he encontrado una versión cantada por Amancio Prada y con música de Chicho Sánchez Ferlosio.